Caminado por la orilla de la playa,
voy marcando mis huellas en la arena.
La marea sube y baja, borrándolas sin reserva.
Pero algunas sobreviven, como recuerdos que quedan.
Otras ya se están borrando, personas que no interesan.
Observo huellas cercanas, al alcance de mis piernas.
Y veo que son recuerdos, que en mi vida permanecen.
No quiero que estas se borren, ¡qué las olas las respeten!,
por ser personas queridas, que vivirán en mi mente.
Caminando muy tranquilo, quiero marcar mi destino,
dejando que la marea vaya borrando las huellas,
de aquello que ya en mi vida, no merece más la pena.
Algunas huellas pasadas, siguen viviendo en la arena.
Son pisadas de personas que en sus vidas siempre quedan.
Vidas que son importantes y la marea respeta.
Me siento para observarla y la veo selectiva,
Como queriendo ofrecer, lecciones sobre mi vida.
Yo no quisiera perderme, los consejos que me animan.
La marea saca objetos, que la mar no los aprecia,
los deposita en la orilla, porque nuestra mar se queja.
La luna con su atracción, mece las olas inquietas.
Los tesoros de la vida, la marea los venera.
Y nos dice sin tapujos, lo que merece la pena.
Piedras, conchas y… ¡las huellas!
Elimino de mi vida, lo que ya no me concierne,
no es que quiera ser como ella, la marea continúa,
¡yo soy la propia marea…!