Imagínense por un momento que el próximo año ocurre un apocalipsis a nivel mundial y nos vemos obligados a meternos en un trasatlántico de dimensiones descomunales y que nuestra vida será, a partir de ese momento, una suerte de civilización dividida por plantas y sometidas a una serie de estrictas normas de convivencia en la que el amor, los sentimientos o las muestras de afecto serán relegadas al olvido.