IBIZA MELIÁN NOS DESGRANA EL MUNDO DE LA SIMBOLOGÍA EN SU LIBRO “EL SÍMBOLO CONECTOR”.

 




Desde tiempos remotos la humanidad ha estado ligada a una serie de símbolos con los que se trataba de conectar con la divinidad o divinidades, según fuera una religión u otra, pero que todas ellas, al final, presentaban nexos comunes con estos símbolos. 


La escritora Ibiza Melián, autora de títulos como: La Corrupción Inarmónica, El Poder del Símbolo o La Hermandad de Doña Blanca, entre otros, nos presenta su libro El Símbolo Conector, en el que nos explica detalladamente como desde el comienzo de la humanidad ya existía esa inquietud del hombre hacia los dioses, hacia el Universo y hacia todo aquello que estaba fuera de su alcance, haciendo que cada colectivo de personas y cada religión, llegaran a conservar esos mismos símbolos, consiguiendo que, al final, todas las religiones, de una u otra manera, tuvieran puntos en común a pesar de las diferentes creencias y distancias físicas.

 

Los animales (el perro, el gato, el gallo o el águila, por ejemplo) o los números han llegado a tener su importancia simbólica, representando inquietudes, deseos o a los mismos dioses, como el gato, que representaba a la diosa Bastet o el 10, el número perfecto. También nos habla de la cruz y sus diferentes interpretaciones, como el Anj o la esvástica.

 

 

 El Símbolo Conector

 


 Desde la más remota antigüedad el ser humano ha sentido la necesidad de reencontrarse con lo divino y para ello se sirvió de los símbolos como canal de conexión. Aunque a la postre todos convergían en el mismo, al que se accede apoyados en la intuición y experimentación. Símbolo alejado siempre del signo, de la mera representación. Ahora bien, un núcleo considerable de la humanidad llegó a la conclusión de que plasmar a la misma deidad constituía un acto de idolatría, si se veneraba a la imagen por encima de lo que en sí alegorizaba. Si los judíos o los musulmanes lo rechazaron rotundamente, los cristianos herederos de la cultura grecolatina apostaron por ello. Cristianismo que terminaría por fraccionarse en dos bandos: mientras los católicos no encontraron impedimento, los protestantes se opusieron. Así que a lo largo de la historia se ha dado un fuerte ímpetu iconoclasta, de creación y destrucción de la propia imagen.

 

 

 



 

 


 

 




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