Mientras en Francia, Alemania o Bélgica
se suceden los atentados, mientras un joven degolla a un cura o un marido mata
a su mujer delante de sus hijos, y un sin fin de asesinatos más; mientras el
Reino Unido se quiere ir de Europa y Cataluña separarse de España ( pasándose
la constitución por el forro) o los españoles sigamos sin gobierno y en Estados
Unidos intentan decidirse entre una presidente demócrata (la Clinton) y un presidente
republicano (el Trump), que lo más que tiene de demócrata es que su mujer sea
un florero de 90-60-90; por no mencionar que pretende construir una muralla
entre USA y Mexico, que podremos ver desde el espacio exterior cuando, en un
par de décadas, tengamos que abandonar la tierra. Aparece el juego que nos
ayuda a desinhibirnos de tantos problemas: Pokemon Go.

Después de destrozarnos los ojos con el
Tretix, de perseguir fantasmas con el comecocos, de matar zombies y de soportar
una veintena de ediciones de Gran Hermano ( eso que nadie ha visto pero que
todo el mundo sabe quién la lía parda); después de soportar a cantantes noveles
peleando por ganar el concurso, o sea OT, para poder ir a Eurovisión (ese
concurso de música europeo en el que España nunca gana). Nos enganchamos a los
selfies, al Candy Crash ( algún que otro político también) y, así, un largo
etcétera. Nintendo nos manda, ahora, este super juego para móviles y que nos
entretengamos durante todo el verano persiguiendo, como borregos, a unos bichos
a los que, además, matas con solo mover un dedo y ellos ni siquiera se
defienden ( como que están esperando a que los encuentres y los captures). Pero
claro, vas subiendo de nivel y, además, puedes optar a ir a entrenar a un
gimnasio especializado en la caza de Pokemons; ¿para qué? ¡Si están quietecitos
esperando a que les lances tu bola de poder y los cojas! En fin, todo una
proeza que ha permitido que muchos se accidenten y todo.

Pero claro, si es que al final somos
todos iguales. Acusamos a los demás de consumistas pero todos tenemos móviles
de última generación o la tablet más guay, o la smart TV más grande. Todos
usamos Facebook o twitter y whatsapp. Todos exponemos nuestra vida a los demás
y nos quejamos de que el gobierno nos vigila; pero si ya lo hace y se lo
ponemos en bandeja. El que no cuenta su vida minuto a minuto, amenaza con
abandonar el Facebook y contactar con sus allegados por whatsapp; para al día
siguiente deleitarnos con muchos más estados que antes de la amenaza inminente.

A diario veo gente en la piscina o en
la playa tumbados al sol recreándose con su móvil, mandando mensajes, escritos
o de voz, o haciéndose selfies de los más variopintos. En los restaurantes
familias enteras miran su Facebook e incluso una pareja de enamorados sentados
en una esquina, con su velita en plan romántico y todo, ambos hablan cada uno
con su móvil y ni siquiera se miran. ¿Y ese que tienes al lado en el cine y se
pasa toda la película whatsappeando?
En fin, no seamos hipócritas, somos
unos consumidores natos y empedernidos y, además, nos gusta. Lo triste es que
nos matamos por consumir juegos estúpidos que no nos aportan nada, ni siquiera
una buena diversión, y no corremos a la librería más cercana a comprar un libro
de nuestro autor favorito. Y no es porque no tengamos tiempo para leerlo, que
sí que lo tenemos.
Nada, a seguir cazando Pokemons.
Aprovechemos lo que nos queda de verano, no sea que en un par de semanas
aparezca otro juego y nos aparte de este que nos divierte tanto. Y lo más importante,
démosles más razones a los gobiernos para que nos tomen por lo que somos, una
pandilla de idiotas.
¡Feliz caza!