El mundo está atravesando un momento extraño, bueno, creo que en tiempos anteriores ya se vivió algo similar y salieron adelante. Cuando se habla de un nuevo orden o una nueva normalidad, creo que se refieren a tiempos convulsos, a tiempos con los que hace unos años no contábamos. Y realmente es cierto, gente muriendo por el Covid-19 y gobiernos que no encuentran como combatirlo, además, comienzan las manifestaciones en contra y ahora se suma una muerte injusta por racismo, aunque muertes injustas hay muchas y, permítanme el comentario, de todos los colores.
Me
cansa tanto disparate, tanto despropósito. No saber en qué lado posicionarte,
porque siempre tendrás a alguien en tu contra.
Gobiernos
que oprimen a sus ciudadanos o que les mienten, les roban o abusan de su poder.
Da igual el fascismo, comunismo o socialismo, alguno me dirá, que no es lo
mismo (a lo tonto me ha salido un pareado), pero yo creo, al final, que los ismos
son malos todos. Las ideologías siempre tienden a dejar de lado a otros, a
ningunear o a oprimir cuando no se piensa igual. Y me pregunto yo ¿no es mejor
que cada uno piense lo que quiera sin ofender o crispar a los demás? ¿Se podría
convivir en paz teniendo diferentes ideologías o religiones? Llámenme iluso,
pero yo creo que sí. Creo firmemente que se puede buscar un consenso, un punto
en el que dos religiones o ideologías diferentes pueden estar de acuerdo. ¿Y la
política no es para eso? ¿Qué es la política, en definitiva, si no el arte de
hablar, de tratar, de consensuar, de llegar a o conseguir acuerdos? ¿Para qué
sirven, si no, todos los políticos mundiales, si no para que nos lleven por el
mejor camino? ¿Es que acaso se premia el mentir, robar u oprimir a un país
entero? ¿De verdad pueden dormir y vivir tranquilos los políticos cuando ven
que su país muere de hambre, de enfermedad o de penuria?
Creo
que hemos llegado a un punto de inflexión, pero no sólo España, sino el mundo entero.
Hemos cruzado una línea, o varias. Hemos fastidiado el planeta; a diario lo
pisoteamos, lo maltratamos y lo ensuciamos, encima nos vanagloriamos. No nos
soportamos ni a nosotros mismos, mucho menos al vecino. Desconfiamos de todo y
de todos y nos cuesta ser empáticos y a menudo humanos. Saltamos como borregos
a defender causas que no entendemos y dejamos o permitimos que malhechores
salgan impunes porque no nos interesa el caso, o porque los medios o nuestros
políticos no nos indican cuando debemos quejarnos.
Es
hora de cambiar, el planeta nos lo está diciendo, es el punto de inflexión
justo para dar un paso al frente, olvidar ideologías y religiones y unirnos por
un bien común. Debe haber un punto, algo en lo que todos estemos de acuerdo, no
puedo creer que no haya nada que nos una, que nos guste a todos y cada uno de
nosotros. Seamos fuertes, sabios, empáticos; seamos conscientes de que estamos
acabando, no sólo con la naturaleza y los animales, si no con nosotros mismos.
Y
ahora me voy a centrar en mi país, España, ¿de verdad la media más alta de
políticos de un país en Europa no puede ponerse de acuerdo? ¿De verdad que no
hay nada que una a un pueblo entero? ¿Ni la cultura tan rica que tenemos?
¿Tampoco la gastronomía? ¿Y qué me dicen de los muertos por el virus? ¿Es que
han muerto en vano? ¿y qué hay de las guerras? ¿Acaso no hemos aprendido nada?
¿De verdad se tiene que repetir, es necesario? ¿En serio vamos a tener que
volver a luchar con nuestros hermanos a muerte para llegar a un consenso? ¿Es que
no estamos hartos ya de cunetas? ¿De verdad el punto de inflexión es una nueva
guerra civil? Entonces es que no hemos aprendido nada. Aquellos que murieron
por la ineptitud de los políticos de no llegar a consensos, lucharon por nada y
para nada, al final no nos salvaron, si no que aletargaron la guerra y nos
dieron un breve descanso.
Tenemos
el deber de aprovechar este momento, la pandemia no es una broma, ha sido y continúa
siendo un aviso, el mundo se mueve y las fuerzas de la naturaleza nos están
combatiendo, se nos está diciendo algo alto y claro. Y debemos aprovechar este
punto de inflexión, debemos aprender del momento y sacar conclusiones, tenemos
que ser capaces de conseguir una nueva transición, apartando ideologías,
religiones y políticas nefastas, debemos ser capaces de encontrar un punto en
el que todos estemos de acuerdo, imitemos a aquellos que depusieron las armas
en pos de un país mejor. La política debe ser capaz de consensuar, de acordar y
de conseguir que todos vivamos en paz, felices y respetándonos los unos a los
otros, con argumentos válidos y no con insultos ni improperios. Si nos
respetamos los unos a los otros y nos olvidamos de la religión, de la
sexualidad, del color de piel, de la ideología, del egoísmo y conseguimos ser
empáticos y comprensivos, conseguiremos que esa nueva normalidad sea afín a
todos y cada uno de nosotros. Si no, no habremos aprendido nada, si no,
definitivamente, la política no sirve para nada, únicamente para llenar los
bolsillos de los que acceden a ella.
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