¡Ah de la casa!
Grita el muchacho.
nadie contesta,
todos se han ido
llevándose a cuesta
todo su nido.
Huyen del tirano,
escapan del horror.
Buscan salvar sus vidas,
dejar de sentir dolor.
¡Ah de la casa! Grita el señor.
Todos han huido,
con mucho dolor.
Recorren caminos,
arrastrando sus manos.
Sus pies, que les pesan,
se quejan, insanos.
El largo camino, es frío y cansado.
Un niño, que llora,
se queja hambriento
La madre lo mece,
le da su aliento,
Con su pecho vacío,
Pues ya no tiene alimento.
¡Ah
de la casa! Grita la mujer.
Su pueblo vacío
ha sido exiliado.
Se
han escabullido
de
un desalmado.
Un hombre que roba
que acosa, que mata
sin que nadie en el mundo
sus ataques combata.
¡Ah de la casa! Grita el soldado,
Nadie responde,
pues han desertado.
Huyeron corriendo
del opresor de su pueblo,
que tanto lo ha amado.
Mientras
tanto, su gente
sufre
en el camino,
pidiendo
a otros pueblos
que
cambien su destino.
Su
destino es incierto,
pues
esos pueblos los oprimen.
Temen
sufrir su propia suerte
Quieren
vivir sin ese mismo miedo.
Abre la casa, No
cierres puertas.
Dales a ellos lo que merezcan
No sea que el destino,
te de tu propio merecido.
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